Industria Alimenticia en España

Industria Alimenticia en España

Puede interesar la investigación sobre los sectores industriales clave españoles y su historia. Véase también la informacion relativa a la evolución de la industrialización en España.

La acción industrial aporta un valor añadido a las materias primas sobre las que actúa y ha dado origen a todo un conjunto de empresas alimentarias dedicadas unas al proceso de elaboración final y otras a la fabricación de elementos necesarios para las primeras. Entre las alteraciones a las que son sometidos los productos agropecuarios destaca su conversión en imperecederos y su acondicionamiento para ser transportados espacialmente. El desarrollo de esta industria ha sido propiciado por la paulatina desaparición de las sociedades agrícolas autosuficientes y el incremento del tráfico en el mercado de manufacturas debido a las necesidades de intercambio de mercancías.

Sificación de la industria alimentaria:
A) Conservera. El subsector de las conservas aúna los tradicionales métodos de salazones y ahumados, principalmente utilizados en los productos pesqueros, con las fórmulas modernas de deshidratación, desecación, congelación y envasado.

B) Productos derivados de cereales y tubérculos. La fabricación derivada de los cereales y tubérculos forma parte de la alimentación básica de la población española, principalmente la relativa a la panificación, realizada tanto por procedimientos artesanales como por las técnicas más sofisticadas de hornos eléctricos.

C) Azucarera. Las empresas dedicadas al refinado del azúcar se caracterizan por el monopolio y concentración que ejercen sobre este subsector.

D) Lechera. El sector de la leche aglutina cuatro grupos de fabricaciones: lechera, mantequillera, quesera y la que obtiene substancias albuminoideas para la obtención de productos derivados (cuajadas, etc.). Las características de esta materia prima originan problemas de conservación y distribución desde los lugares de producción a los de consumo por lo que dentro de este subsector se ha creado una industria auxiliar frigorífica para el transporte de la leche.

E) Materias grasas y aceites. Dentro de las materias grasas y aceites se distinguen las animales, que representan el 75% de la producción, las vegetales y las obtenidas por mezcla de elementos animales y químicos.

F) Aromáticas y condimentos. Los productos aromáticos (té, café, cacao, etc.) se obtienen mediante una escasa industrialización.

G) Bebidas. El subsector de las bebidas se divide en alcohólicas, principalmente las obtenidas de la uva, y no alcohólicas. Esta industria se encuentra en un proceso de suplantación de los productos derivados del vino por los obtenidos de otros alcoholes (cerveza, sidra, licores, etc). Las no alcohólicas han experimentado también un aumento en su producción debido al incremento de la demanda.

Los productos objeto de transformación industrial son muy variados y entre ellos figuran: leche, carnes, productos marinos, hortalizas, frutas, legumbres azúcar, cereales, oleaginosas, bebidas y productos tropicales (café, té y cacao). El sector alimentario se caracteriza, a diferencia de otras industrias, por la conjunción de empresas que utilizan sistemas artesanales y por las que emplean los sistemas más avanzados de fabricación. Precisamente la mayor parte de las sociedades con tecnologías modernas están afectadas por capital extranjero y aglutinadas en las grandes multinacionales.

La distribución espacial de las industrias alimentarias está marcada por la vinculación de las empresas a la localización de los recursos agrarios, ganaderos y pesqueros o a los presumibles mercados de consumo. Por lo general, se ubican en las provincias menos industrializadas y principalmente en las áreas rurales. Tradicionalmente se ha visto en este sector una forma de dar respuesta al potencial humano laboral existente en el campo, a lo que se unían las ventajas derivadas de la cercanía al lugar de extracción de unos productos perecederos y que precisan de su rápida llegada al lugar de fabricación. Su implantación en el medio rural ha frenado parte del éxodo poblacional originado por la falta de trabajo. Sin embargo, y siguiendo las leyes de mercado del resto de las industrias, las empresas alimentarias tienden a implantarse, cada vez más, en las zonas cuya inversión sea susceptible de obtener mayores rendimientos.

En relación al resto de sectores el alimentario, por su propia dependencia del sector primario, tiene un crecimiento que se podría calificar como pausado a pesar de que su importancia lo sitúa en un lugar privilegiado de la economía española. Esta tradicional subordinación al medio actúa negativamente en la industria alimentaria por su lejanía de los grandes mercados de venta. Esta circunstancia demuestra que es necesaria la instalación de estructuras intermedias que acerquen el producto a los potenciales compradores. El carácter imprescindible que el abastecimiento alimentario tiene en una sociedad hace que una de las principales finalidades de la política alimentaria sea garantizar a la población una oferta alimenticia satisfactoria e impedir el monopolio extranjero sobre este sector. Frente a este objetivo la realidad demuestra que son las firmas multinacionales de alimentación (Nestlé y Unilever) las que dominaron este mercado alimentario a partir de la II Guerra Mundial (1939-1945).

Evolución de la industria alimentaria española

España se incorporó tardíamente al proceso de industrialización iniciado en Europa en el s. XVIII. Durante la segunda mitad de aquel siglo el comercio de mercancías alimenticias con América consistió en las exportaciones andaluzas de vino de calidad, aceitunas y aceite de oliva, vinagre y frutos secos, a las que se sumaron los aguardientes valencianos y catalanes. A partir de 1780 una parte importante de las manufacturas alimentarias se elaboraba en pequeños centros que destinaban sus productos al autoconsumo y cuyos excedentes eran intercambiados en el mercado urbano. Estos métodos domésticos de fabricación se circunscribían a las zonas rurales. En la época de la revolución industrial, la economía española conservaba características típicamente preindustriales, con una oferta de empleo muy baja y escasos centros fabriles concentrados principalmente en Cataluña y el País Vasco.

A mediados del s. XIX la agricultura era la actividad predominante en la economía española y ello propició el nacimiento de una industria vinculada a ella pero con unas características netamente artesanales. En aquel siglo la molinería era la industria alimentaria con mayor entidad cuantitativa aunque caracterizada por pocos adelantos y por ser exclusivamente auxiliar de la agricultura. La harinera, junto a la del vino y otros alcoholes y la aceitera localizada en Andalucía, tuvieron durante el s. XIX y principios del XX una importancia destacada en el cómputo económico nacional. La vitivinícola estuvo repartida por toda la Península aunque fueron Andalucía y Cataluña las que aglutinaron la mayor parte de la exportación dirigida a Europa.

Esta industria tuvo en el s. XIX el grave freno que supuso la plaga de la filoxera en el decenio 1885-1895 debido a que esta enfermedad diezmó los viñedos españoles. Diez años antes esta pérdida fue sufrida por el resto de Europa y permitió que las exportaciones españolas cubriesen todo el mercado. El comercio exterior se paralizó en 1898. Esta catástrofe agraria, que incidió en la industria española, fue una de las causas que favoreció el arancel proteccionista de 1891, aplicado a partir de 1892. Dicho arancel y el que se impuso en 1906, que concluyeron con el régimen librecambista implantado desde 1854, y la ley de 1907 de Protección a la Industria Nacional, así como el aumento de la demanda, favorecieron el aumento de las inversiones en la industria alimentaria. Durante la primera década del s. XX se asistió a la aparición de un gran número de pequeñas y medianas industrias alimentarias de carácter estrictamente familiar.

En 1913 las exportaciones de conservas alimenticias españolas representaban el 4,4% del total nacional. A partir de aquel año se inició el desarrollo de esta industria que alcanzó su pleno auge a partir de la década de 1970. Tras la I Guerra Mundial (1914-1918) fue una de las actividades productivas beneficiadas del aumento de la demanda exterior, lo que derivó en un aumento de la inversión en las empresas nacionales. En 1916 se publicó una Real Orden por la que se prohibieron las exportaciones de artículos alimenticios. En 1925 las empresas alimentarias, junto a las de textiles y confección, representaban el 58% del empleo industrial del país. La Ley de 24-XII-1939 sobre Ordenación y Defensa de la Industria Nacional afectó también al sector alimentario que recibió ayudas para su desarrollo.

Después de la Guerra Civil (1936-1939) el Estado puso en marcha una serie de planes de obras públicas: construcciones de embalses y presas hidroeléctricas, remodelación de la red viaria y las actuaciones regionales del Plan Badajoz, Plan Jaén, planes de regadío de los Monegros y de las Bardenas (en Aragón), etc., que contribuyeron al desarrollo agrícola y por lo tanto al incremento de las empresas que dieron salida a los productos derivados de la agricultura. Hasta 1948 las industrias del sector representaron los mayores índices de empleo español (39% junto al de textil y confección). Sin embargo, diez años después cambió la estructura industrial española y el porcentaje relativo a esta actividad disminuyó en favor del aumento en la metalurgia básica, las químicas y los transformados metálicos.

A partir de 1960 se notaron las consecuencias de la aplicación del Plan de Estabilización (1959), que influyó en la industria alimentaria mediante la afluencia de capital extranjero a las empresas nacionales y la creación de nuevas compañías. Desde 1970 la industria alimentaria se convirtió en uno de los sectores con mayor presencia de fondos procedentes del exterior y alcanzó un importante crecimiento en detrimento del sector textil, con el que había evolucionado de forma paralela hasta mediados del s. XX.

Situación actual

La actualidad del sector alimentario español está vinculada a la nueva situación originada tras la incorporación de España a la Comunidad Económica Europea (CEE). La adecuación de esta actividad a la normativa comunitaria ha generado un proceso de cambios substanciales, entre los que destaca la afluencia de dinero de los países europeos al sector alimentario español. La producción total de esta actividad en España se elevó durante el ejercicio de 1989 a 5.329 millones de pesetas, según los datos aportados por la Federación de Industrias de Alimentación y Bebidas (FIAB). Esta cifra supuso un incremento en el volumen de ventas de 320 millones de pesetas respecto a la cantidad registrada el año anterior, con un aumento del 0,48%. La FIAB considera que la producción alimentaria nacional se encuentra prácticamente estancada y con perspectivas de futuro muy poco claras ante el fuerte crecimiento registrado en las importaciones y la masiva participación extranjera en el mercado español, con estructuras más rentables que las nacionales. Según empresarios del sector es necesario que se faciliten las condiciones para que la empresas españolas puedan ser competitivas en precio y calidad, lo que implicaría una disminución de los costes financieros y fiscales que deberían ajustarse a los de los principales competidores europeos. Todas estas organizaciones consideran necesaria la puesta en marcha de una política de fusiones empresariales que facilite la equiparación en tamaño y producción de las empresas nacionales con sus homólogas europeas.

Para la FIAB la atomización del sector alimentario español, que en 1989 tenía más de 44.000 empresas registradas según el Instituto Nacional de Estadística (INE) (y más de 70.000 según el Registro de Industrias Alimentarias), es la causante de los males endémicos del sector y provocan la desaparición anual de más de 1.000 compañías. Junto a su gran división, otra de las características de esta industria es su composición por empresas de pequeño y mediano tamaño con una media de empleados por sociedad que no supera los 10 trabajadores. Sólo 60 empresas de alimentación tienen más de 500 empleados. La mayor parte de la producción está aglutinada en pocas pero importantes compañías y en 1989 fueron 100 sociedades las que facturaron el 83% del total producido. de ellas 43 tenían participación de capital extranjero y alcanzaron 1,3 billones de pesetas en ventas, lo que representó el 26% de la facturación total alimentaria de España. Las 57 sociedades restantes, con patrimonio español, tuvieron una facturación de 1,2 billones de pesetas. Esta atomización industrial es importante en las empresas de pan, bollería, pastelería y galletas, que aglutinan más del 50% de los establecimientos industriales alimentarios, de los que el 90% poseen menos de 20 empleados. Esta gran división hace que el valor añadido de cada una de las empresas sea muy bajo. Junto a las industrias dedicadas a estos productos se encuentran en este grupo las de molinería, vino y sidrería. Frente a ellas la producción de cerveza, azúcar y tabaco está aglutinada en pocas empresas y esto propicia que el valor añadido de cada una de ellas sea muy superior.

La tendencia de la alimentaria española, acelerada tras su unión a la CEE, es su concentración en un número reducido de empresas importantes cuya infraestructura posibilite el desarrollo tecnológico dirigido a fabricar productos más competitivos. La presencia extranjera es predominante en los sectores considerados más dinámicos: derivados lácteos, cafés, sopas preparadas, productos dietéticos, bebidas refrescantes, panificación industrial, derivados del cacao y confitería. El grupo suizo Nestlé, primera empresa mundial de alimentación, representa también la firma más importante en España. Otras marcas internacionales como Unilever o Ferruzzi, que durante los últimos años han practicado una agresiva política de compras, aglutinan también una parte muy importante del sector. La adhesión a la CEE ha supuesto cambios importantes en la industria alimentaria nacional, no compartidos por las empresas del país. Una proporción destacada de empresas de la industria nacional no ha sabido reaccionar ante esta situación, entre otras razones por la fuerte apreciación de la peseta a partir de la década de 1980 que frenó las posibilidades de competir en el mercado internacional. Por otra parte desde algunas empresas privadas se ha criticado la competencia desleal hecha desde algunas empresas públicas y el control ejercido por la Administración sobre los precios agrarios desde empresas como Merco o en la propia distribución alimentaria realizada por Mercasa.

El mercado alimentario

La función comercializadora de los productos alimenticios es uno de los puntos fundamentales para la competitividad de este sector en el mercado nacional e internacional. La competencia ha impulsado a las empresas españolas a utilizar técnicas mercantiles y planes de mercado estudiados para actuar con éxito en las transacciones de venta. Estas exigencias presentes en la economía de cualquier país han estado tradicionalmente muy alejadas de lo que era la industria alimentaria, debido precisamente a su escaso ámbito de actuación y de mercados prefijados. La aparición de las grandes multinacionales y firmas extranjeras ha conducido a la introducción de estas técnicas a pesar de las bajas dimensiones de las sociedades nacionales.

Oferta ocupacional del sector

En 1989 y según los datos del INE, en España trabajaban 390.000 personas en la industria de alimentación y bebidas, lo que supuso el 14% del empleo industrial y el 3,4% de la población total ocupada. En cuanto a la distribución del empleo por sub-sectores, en primer lugar se encontraba el de panadería (26% del empleo en alimentación), seguido de industrias cárnicas, lácteas, conservas vegetales, industrias del vino e industrias alcohólicas. El último lugar, en cuanto al número de puestos de trabajo, lo ocupaban las empresas de fabricación de azúcar y de alcoholes, ambos con un neto carácter oligopolista en los que era nula la existencia de la pequeña empresa y predominaba el capital multinacional. Los productos de primera transformación, es decir, aquellos que se elaboran directamente de las materias primas agrarias, tienen un peso económico más importante que los de segunda transformación, a diferencia de lo que ocurre en el resto de países de la CEE. De hecho el volumen de productos transformados representa en España el 70% del total utilizado en alimentación mientras que en Europa supone el 90% del total. La evolución del sector español muestra su progresiva adecuación a los cánones que rigen en otros países de nuestro entorno y decantan el consumo hacia alimentos de segunda transformación.

El incremento de la producción agrícola española a partir de 1982 ha incidido paralelamente en el progresivo aumento de la industria alimentaria. El conjunto de cultivos producidos en el territorio nacional mantuvo en 1989 el índice de renta agraria alcanzado en 1988, que se cifraba en 1.179.000 pesetas por trabajador, lo que supuso duplicar la renta respecto a 1982, según el Ministerio de Agricultura. La cosecha de cereales en 1989 fue de 20,1 millones de t, muy por encima de los rendimientos medios del periodo 1983-1988. La producción de fruta creció en torno a un 10% en relación a 1988 y también se produjeron crecimientos del 12% en hortalizas y del 20% en patatas. Asimismo se recuperó la producción de vino y mosto con un incremento del 31 % respecto a la pasada campaña.

Consumo

El consumo alimentario nacional representó en España, en 1989, el 23% del gasto total. La participación del sector en el Producto Interior Bruto (PIB) fue del 15%. El gasto en alimentación se encuentra afectado por una serie de factores que se clasifican en demográficos, económicos y socioculturales. En cuanto a los gastos por persona, según los datos del MAPA, en 1989 fue de 128.000 pesetas por término medio, que supuso un incremento del 5% respecto al año anterior. Por provincias las del N. de la Península superaron la media nacional de gasto en alimentación mientras que en Andalucía y Canarias el gasto fue un 13% inferior a la media nacional. Las diferencias en el consumo aparecen también si se tiene en cuenta el hábitat, ya que en el medio rural es inferior al del medio urbano, consecuencia que puede estar derivada del autoconsumo proveniente de la explotación de la tierra tanto en grandes dimensiones como en pequeñas huertas. El gasto total de España en alimentación fue de 6,4 billones de pesetas en 1989, con un incremento del 7% respecto a 1988. A pesar de que todavía son los productos mediterráneos o derivados de ellos los que ocupan el primer puesto en la compra del español medio, ha descendido el consumo de productos tradicionales como huevos, leche, pan, azúcar, vinos, aceitunas, aceites y patatas. Frente a este descenso se ha incrementado la demanda de productos transformados, como los zumos.

Respecto a los hábitos de compra del español medio, según los datos del Ministerio de Agricultura relativos a 1989, las pequeñas tiendas tradicionales conservan el índice más elevado de ventas en alimentación, con el 49,24% del total nacional, que representó una reducción del 3,04% respecto a 1987. Estos establecimientos mantienen su hegemonía en lo relativo a productos perecederos mientras que presentan un signo decreciente en cuanto a la venta de conservas que se ofrecen principalmente en autoservicios y supermercados. de esta forma son los comercios clásicos los que prácticamente aglutinan la venta de carnes (60%), pescados (71%) y frutas y hortalizas (60%). Como complemento de estos establecimientos los supermercados e hipermercados han ampliado su terreno de influencia y de un índice del 30% de las ventas totales en 1987 se pasó en 1989 a un 31,40% y representan el 50% de las ventas en transformados. Los hipermercados han pasado del 3,4% en 1987 al 5,8 % en 1989. Los índices de mercadillos y puestos ambulantes han descendido a un 2,12% de las ventas.

Problemas actuales

La industria alimentaria se enfrenta a unos problemas originados por la propia naturaleza de la materia prima que utiliza. Su dependencia de la agricultura hace que se encuentre condicionada por las variaciones de la oferta, derivadas del carácter perecedero de estos productos y de la influencia del clima y la época del año. Tiene que enfrentarse también a los creados por la estacionalidad del trabajo en las empresas debido a que la materia prima es específica de unos determinados meses. Estos problemas se acrecientan cuanto más pequeña es la empresa y menos diversificada es su área de actuación. El abastecimiento de esta industria se efectúa con intermediarios, sobre todo por minoristas o mayoristas, a través de contratos directos con cooperativas y asociaciones de productores, o bien directamente con éstos o mediante las importaciones de materias primas que no se producen en España o que ofrecen condiciones especiales. Por lo general las grandes industrias suelen adquirir la mercancía directamente de los productores o de sus agrupaciones mientras que las pequeñas industrias mantienen la figura de los intermediarios para adquirir sus materias primas.

Localización regional

La vinculación de la industria alimentaria a los recursos agrarios determina su concentración en las provincias menos industrializadas de la España interior y de los dos archipiélagos. A pesar de que el empleo en este sector es también importante en Madrid y en Barcelona, principalmente en lo relativo a productos envasados y refrescos, el porcentaje que representan respecto a sus datos totales es reducido, por contra en las zonas con menores índices de inversión es donde se ubica el mayor número de empresas de este tipo. Su localización próxima al lugar de producción de la materia prima hace que muchas de estas empresas, principalmente en el caso de la industria láctea, tengan plantas adyacentes en otras zonas del territorio español con el fin de acercarse a los mercados y poder competir en ellos.

El alimentario es uno de los sectores con mayor dispersión espacial en el mapa nacional, aunque son las provincias de Murcia y Sevilla las que ocupan el primer lugar en cuanto a número de trabajadores y grado de especialización. Esta industria da lugar a un variado número de empresas auxiliares, suministradoras de elementos, materiales y componentes imprescindibles (envases plásticos y de vidrio, latas, tapones, etc.) que suelen localizarse próximas a las empresas a las que asisten. Uno de los subsectores destacados es el de las conservas vegetales, que incluye frutas y hortalizas, como tomates, pimientos y espárragos. Las zonas tradicionales de este tipo de empresas han sido Levante, Navarra, La Rioja y Aragón, que aglutinan el mayor número de fábricas. La vitivinícola alcanza sus mayores índices en Castilla-La Mancha, con un 33,3% de la producción nacional; seguida de la región ca-talanobalear, con un 15,8%, Levante (10,6%), Andalucía, La Rioja, Navarra y Galicia. La industria azucarera se caracteriza por la gran concentración de la producción en pocas empresas, localizadas principalmente en Huesca, La Rioja, Navarra, Soria, Teruel y Zaragoza, como primera zona productora, seguida del territorio integrado por las provv. de Jaén, Almería, Granada, Málaga y Murcia.

Las empresas lácteas se asientan principalmente en Santander, León, Oviedo, Lugo, Pontevedra, La Coruña y Burgos. La producción de queso es muy baja, por lo que es necesario importar un volumen casi similar al que se produce en España. El subsector harinero, el más destacado de los derivados de los cereales, se localiza en las zonas productoras de Valladolid, Badajoz, Zaragoza, Barcelona, Madrid y Valéncia. De los mercados harineros los más importantes, en cuanto a índice de intercambio, son Barcelona, Zaragoza y Valladolid. Respecto a la producción cervecera, los mayores centros fabriles se hallan en Madrid, Barcelona, Sevilla y Valencia. Dentro de las conservas, el subsector del pescado, con 460 empresas, es el más antiguo de España y figura entre los primeros de Europa en importancia. Este grupo sufre actualmente la crisis originada por la escasez de algunas especies marinas (almeja, anchoa, zamburiña, etc.). La mayor dificultad con la que se encuentra la industria pesquera es la escasa dimensión de las empresas (254 poseen menos de 20 empleados) con producciones bajas, lo que frena sus posibilidades competitivas nacionales e internacionales. En contraposición, España cuenta con la ventaja, frente a otros países europeos, de disponer de una diversidad de conservas propiciada por la pluralidad de ejemplares marinos. En cuanto al consumo de pescado en España, en primer lugar se sitúa el congelado, seguido de las conservas, salazones y escabechados.

La producción del sector agrícola, ganadero y pesquero no podría entenderse sin una orientación de mercado para la que se precisa un paso intermedio de transformación que posibilite la llegada de estos productos hasta el lugar de consumo. Dentro de la industria alimentaria española han cobrado especial relieve en la década de 1980-1990 las denominaciones de origen de los productos derivados del sector primario. Su calificación corresponde al Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación y a las Comunidades Autónomas. El proceso de transformación de estos productos se realiza manteniendo unas características específicas y reguladas en los reglamentos dados al respecto. Estos productos transformados por la industria precisan que en su comercialización se indique que pertenecen a la zona con la denominación de origen, regulada por el Real Decreto 1573/85. Otra de las clasificaciones es la de Alimentos de España, regulada por la Orden Ministerial de 4 de marzo de 1987, que se confiere a los productos considerados de calidad con independencia de su denominación de origen. Véase también la información acerca del «desarrollismo».

Legislación

La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) son las responsables de elaborar las indicaciones que se incluirán en los respectivos reglamentos nacionales sobre productos alimenticios. El relativo a España fue elaborado en 1967, aplicado a partir de 1975 y posteriormente se dieron disposiciones adicionales. En 1983 se aprobó una ley orgánica que reformó las penas relativas a adulteraciones. Por un Real Decreto de 22-VI-1983 se instituyeron una serie de penas por utilización o comercialización de aditivos no autorizados, productos con substancias que puedan originar enfermedades o por presentación dudosa de los objetos en venta. Mediante este Decreto se pretende proteger al consumidor de los posibles abusos de que pueda ser objeto al adquirir un determinado producto que infringe las normas prescritas, así como frente a fraudes en la calidad, precio o procedencia. Los derechos del consumidor están protegidos por la Ley General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios (1984).

[A.R.C.]

Autor: Cambó

Periodo 2017-2018

En la Unión Europea, la industria alimentaria es la principal actividad de la industria manufacturera, con un valor superior a los 1.109.000 millones de euros de cifra de negocios, superior en un 1% respecto al año anterior, representando el 13,8% del consumo (Publicación Food Drink Europa 2018).

Cuenta con 294.000 empresas que dan empleo a 4,57 millones de personas y donde las pequeñas y medianas empresas representan el 48,1% del total de cifra de negocios del sector alimentario y el 61,3% del conjunto de los puestos de trabajo que genera.

El 95,3% de dichas empresas son Pymes con menos de 50 empleados, y un 79,6% tienen menos de 10 trabajadores. En conjunto, 9 de cada 10 empresas son PYMES. La industria alimentaria española ocupa el quinto puesto en valor de cifra de negocios con un 8,7%, por detrás de Francia (16,2%), Alemania (15,4%), Italia (12,0%) y Reino Unido (10,7%).

En España, la industria de alimentación y bebidas es la primera rama del sector industrial, según la última Estadística Estructural de Empresas del INE, con 113.593,07 M€ de valor de la producción. Datos 2017 que representa el 2,5% del PIB (en V.A.B.), el 24,8% del sector industrial, el 18% de las personas ocupadas y el 15,5% del valor añadido.

El número de empresas de la industria de alimentación y bebidas asciende a 31.342, según los últimos datos del Directorio Central de Empresas del INE, lo que representa el 15,1% de toda la industria manufacturera.

El 96,5% de ellas son empresas con menos de 50 empleados (30.222) y el 79,8% cuentan con menos de 10 empleados (24.989).

El número de ocupados en la industria de alimentación, bebidas y tabaco asciende a 496.200 personas, con una tasa de empleo femenino (36,5%), superior al resto de la industria manufacturera (27,3%), y joven, superior al del resto de la economía.

Al analizar los datos de la industria alimentaria por subsectores y CCAA a tres dígitos de CNAE 2009, según la Estadística Estructural de Empresas, hemos de recurrir a la variable cifra de negocios,[5] que asciende a 118.681,8 M€ y que representa un 23,5% del total del sector industrial.

Fuente: INFORME ANUAL DE LA INDUSTRIA ALIMENTARIA ESPAÑOLA PERIODO 2017 – 2018


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